expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

miércoles, 28 de enero de 2015

Kids.

Es curioso cómo pasa el tiempo y lo que ayer fue, a veces, muchas veces, ya nunca más es hoy, y lo que hoy parecía imposible de ser mañana, mañana es. Un bucle, como siempre.

Pero hablando de bucles hoy me importa su pelo. Me importan sus labios y su cara, su nariz, su habitación, sus pulmones, su vida. Me importa todo. Nos peleamos y nos queremos a partes iguales y a ratos desiguales y todo el tiempo vivimos dentro de un "no puedo vivir sin ti, vete". Porque es que estamos locos. Nos acusamos, nos enfadamos, nos ofendemos, nos faltamos. Nos faltamos tanto que me da hasta miedo. La vida son las noches que paso sin ti, porque contigo me duermo. Porque hay paz. Donde estás tú encuentro mi paz. Éso era.

Podríamos parar de malpensar del otro y pensar bien. ¿Cuántas alegrías nos llevaríamos? "No, claro que no está haciendo esto para hacerme daño, tiene otros motivos". ¿Cuántas veces piensas eso? Yo muy pocas.

Pero creo en ti. No importa si alguna vez no confié, o no confío en ti, porque creer sí creo. Y en ti vi la luz. Digamos que el color índigo está muy bien pero necesita de un artista que sepa bien cómo tratarlo. Y en clave, sé que tú me entiendes. ¿No es eso bonito? ¿No tengo acaso motivos para creer?

Gracias por estar en mis fracasos. Por convertirlos en victorias. Por decirme que para ti no hay nadie en el mundo que sea un campeón más grande que yo. Y yo me lo creo. Porque tengo fe. Y la fe, quieras o no, lo puede sostener todo. La fe soporta todo. Cree a ciegas. Ve donde el resto ni mira. Yo tengo fe en ti. I seriously believe and trust you. And our struggle.

Estoy revuelta porque es la una de la mañana y mi ventana está abierta. Espero que lo estés pasando bien y me quieras donde sea que estés.

"I got my eyes on you... You're everything that I see, I want you hard love and emotion... Endlessly. (...) You act so different around me. (...) I know exactly who you could be... Just hold on, we're going home."


...endlessly.

domingo, 18 de mayo de 2014

El camino que lleva a mamá.

Todo lo malo que tienes en tu vida lo has atraído tú. Absolutamente todo. Recuerdo perfectamente que durante muchas noches de mi infancia lloraba porque no quería que mis padres se muriesen. Era un pensamiento obsesivo, persecutorio, incesante. Más de una noche mientras fui pequeña me pasaba la noche llorando rezando en voz baja porque no les pasara nada a mis padres. Y al final mi madre se fue. No suelo escribir las cosas que me pasan pero igual por una vez no pasa nada. Mi madre es la persona por la que más había llorado en mi vida hasta que apareció él. Él es todos los 'él' del mundo en uno solo. Para mí, todo empieza y acaba a su lado. Sé que es una gilipollez, y que hay miles de 'él' por el mundo y todas esas sandeces que se dicen, pero juro que he intentado separarme a toda costa y cada vez que doy un paso lejos suyo me arde el pecho. Dice que soy una traicionera y me pinta como si fuese Judas, y lo que no sabe es que yo pagaría las treinta monedas para darle un beso y nunca al revés. Juro que he estado a punto de tirarlo todo por la borda, que he estado cada puto mal rato a su lado, que nunca he querido dejarle solo y bueno, todas esas mierdas que no han servido de nada. Porque al final se va a ir como mi madre.
Yo no hablo de que se muera, hablo de que no me dará todo lo que me daba y entonces será como si no existiera. Y yo, mamá, yo no podría soportar que te fueras dos veces y si eso pasa me voy a sentir de una forma muy parecida. Aunque sé que esto no tiene ningún sentido porque cómo voy a compararle con mi madre... Pero imaginaos todo lo que siento si me siento así si se va.
He sido mala y he descuidado a muchas otras personas sólo por salvar su sonrisa. He sido mala conmigo por salvar su sonrisa. Y joder, que yo sé que no puede ser, pero si lo vierais lo guapo que está cuando sonríe, lo feliz que le hice el fin de semana de su cumpleaños, si supierais lo que sentía cuando me despertaba a besos o cuando se ha quedado una noche entera mirándome. Yo os juro que fue un príncipe aunque a veces se portara como un cabrón, os juro que me podía hacer sentir de todo, os juro que nunca he sentido nada así por nadie y no sé cuántas cosas más puedo jurar. Y todo lo que sé y nunca he dicho, todo lo que me han contado, todo lo que he visto... Nunca he sido capaz de sacarlo fuera porque cada vez que lo pienso me muero del dolor, pero es que os prometo que me da igual, todo me da igual si me mira, si me quiere, si soy la única en el mundo.
Ayer por la noche mientras le besaba, cerré los ojos fuerte y le decía para mis adentros: "mi amor, por si es el último beso que nos damos, que sepas que tú lo eres todo", le decía, "mi vida te quiero como a nadie, pase lo que pase, aunque hoy acabe todo aquí, para mí acabará contigo", le decía, en fin, todas esas cosas que nunca me atrevería a decirle para que no se diera cuenta de que me mataría por él todas las veces que hicieran falta.
Tengo una amiga que siempre dice que cuando le das el último beso a una persona sabes que es el último, y ayer mientras no paraba de decirle para mis adentros cuánto me importaba, una parte de mi temblaba del miedo de creer que iba a terminar todo ahí.

[...]
Todo lo malo que tienes en tu vida lo has atraído tú. Pero si yo he atraído todo esto, de verdad que no lo quería. Yo sólo quería que me hiciera caso, que pensara en mí y que conmigo acabase todo. Como aquél julio o esa semana de abril.

El camino que lleva a mamá está lleno de lágrimas. Pero ya no todas son por mamá.




Hasta siempre.

lunes, 5 de mayo de 2014

NO WAY

Estoy andando por un camino que no veo adónde va. Y es emocionante. Y divertido. Y escalofriante. Y yo sólo espero no encontrar nada que me tire al suelo mientras ando. Pero si eso pasa, me levantaré. Y seguiré adelante. Una, dos, y todas las veces que hagan falta. Al final todo lo que he aprendido es que el mundo no se va a parar para mí, pase lo que pase. Así que si en esto consiste la vida, voy a tener que disfrutarla. A cualquier precio.

sábado, 26 de abril de 2014

El despegue

Todas las personas tenemos dentro un guardián. Sé que suena a locura, pero cada vez que nos duele algo, algo que no se puede sanar así porque sí como un corte en la piel, cada vez que nos sentimos tristes, afligidos, malhumorados o desesperados, el guardián está actuando ahí adentro. Uno puede pensar que si éste nos hace sentir mal es un hijo de puta que está ahí para molestar, pero antes de nada hay que entender que todo lo hace con sus mejores intenciones: está usando un mecanismo de defensa.
Al acercarnos excesivamente y preocuparnos por el mundo exterior, perdemos el contacto con nosotros mismos. Desatendemos nuestras necesidades -biológicas y anímicas- por atender otras cosas que creemos más importantes y que nos harán sentir mejor, de la misma forma que intentamos contrarrestar los efectos que produce el guardián en nosotros creándonos nuevas necesidades que sean fácilmente subsanables. Eso significa, en pocas palabras, que en vez de atender a la llamada que recibimos de dentro, decidimos ignorarla creyendo que es irrelevante. Aunque realmente ese grito de socorro sea lo único a lo que debamos estar atentos. Hay que ponerse en contacto con ese guardián con urgencia. Respirar hondo, interiorizar y sumergirse en uno mismo. ¿Qué síntomas tengo? ¿De dónde viene el malestar? Una vez localizado el foco, hay que preguntarle al propio cuerpo qué necesita: preguntarnos más veces ¿qué me pasa?, con la finalidad de intentar salvarnos. El guardián está ahí por algún motivo: a un estímulo externo ha respondido con un dolor fisiológico aparentemente insondable que debemos ser capaces de contrarrestar. Déjate llevar por ese sentimiento y deja que te invada: interiorízalo, sálvalo, cúralo. Habla con tu guardián y dile: "ésto que estás haciendo me hace daño, vas a tener que buscar tres alternativas a ésta forma de actuar".

El pequeño guardián está atento a todas las señales. Si tú para tus adentros dices "no puedo", él no está jugando, interpreta seriamente que de verdad no te crees capaz de hacer algo y actúa en consecuencia de ello. Fomenta los pensamientos positivos, dile a tu cuerpo: "eres mi casa, estoy aquí porque eres mi refugio, voy a cuidarte y protegerte". Siéntete tal y como eres. Exactamente tal y como eres.

Y déjate llevar.

Parece que el despegue algunas veces va a acabar en un aterrizaje forzoso. Mi guardián ha tirado abajo todos los castillos en el aire, todos los castillos de arena que alguna vez construí. Pero he escuchado la voz interna que me habla, que es él, y he entendido lo que quería decirme: "ahora que ya sabes cómo te gustan los castillos, construye uno de enormes murallas, piedras sólidas y acero inoxidable, y no dejes que caiga por nada del mundo, porque ese castillo es el reflejo externo de lo que eres por dentro, y éso es lo más importante". 

Cuando llega el final del vuelo, te das cuenta de que las turbulencias del camino eran sólo las piedras que ibas a tener que soportar. La paz, la calma, la tranquilidad, llegan luego. Pero tienes que escuchar al guardián si de verdad quieres que lleguen en algún momento.

jueves, 24 de abril de 2014

Huída IV.

Mi hermano dice que el día que murió mi madre alguien la vio en altamar convertida en pájaro.
Curiosamente, hay un pájaro que siempre se sienta en su ventana y le mira. Dice que es mi madre.
Sólo tengo una pregunta.
¿Qué he hecho mal para que no venga a verme?

Huída III.

Veo todo lo que dice como si me estuviera mandando señales, pero ya vi muchas señales en sitios donde no las había y ya hice el ridículo atendiendo a una llamada que no era para mí.
Cierro la puerta al salir despacio y detrás mío se queda el silencio.
La pérdida. El abrazo. La esperanza.
O nada de eso y se queda el vacío. No lo sé.

Huída II.

La luna brillaba ahí arriba mirándonos sonriente. Un ojo en cada punta del mundo.
Yo no sé qué hacía él, pero yo lloraba, besando los soles de mi muñeca, apelando a las dos personas que más he echado de menos en mi vida.
Una cama individual pegada a otra cama individual nunca será una cama grande. Y eso lo sabemos todos.
Después de muchos días durmiendo en un colchón de tamaño gigante, tuve que llorar en uno pequeño, con Bangkok al otro lado de la ventana mirándome curiosa y la luna naranja a medio subir más cerca de lo que nunca la había tenido en mi vida.
Pedí un deseo, pero es que ya he pedido muchos.
Y cuando me levanté y no estaba sólo se veía la ciudad y el rastro de tranquilidad que dejó en mí. La luna.
Perdí mis soles al volver. Y miré a la luna pidéndole perdón.
Entonces alguien los encontró. Yo no sé por qué.
Pero la luna sí. Con sus dos ojos puestos en la misma ciudad del mundo.